En julio, Evanna Vásquez llegó al Betances Health Center en Manhattan con la esperanza de recoger su dosis mensual de estradiol. Desde que la peruana migró a Estados Unidos y comenzó su tratamiento de afirmación de género en Nueva York hace un año, esta clínica comunitaria le ha proporcionado la atención médica que necesita. Pero esta vez, el médico la recibió con una noticia que la sorprendió: no había suministros.
Con esta preocupación, llamó a Javier Tejada, el trabajador social que la ha acompañado desde su llegada a la ciudad en 2023. Tejada logró conseguir las dosis que necesitaba, gracias a donaciones, pero la incertidumbre de no saber si el próximo mes podrá acceder a su medicamento se ha vuelto constante. “Unos meses me dan el estradiol inyectable y otros en pastillas. Cada vez que consiguen una donación me contactan”, cuenta Vásquez, de 35 años. “El problema es que yo necesito una dosis doble de estradiol porque lo tengo muy bajo, y eso hace que todo sea más difícil”.
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El estradiol es un medicamento que contiene la hormona sexual femenina estrógeno, producida principalmente en los ovarios. En las personas trans juega un papel fundamental en la terapia hormonal de afirmación de género, que se usa para provocar cambios físicos feminizantes como el desarrollo mamario, la redistribución de la grasa corporal, la disminución del vello corporal y la reducción de la masa muscular. Que una mujer trans tenga niveles bajos de estrógeno implica una falta de desarrollo o reversión de características femeninas.
Desde finales de 2024, activistas por los derechos de las personas trans en Estados Unidos reportan que la comunidad se está enfrentando a una escasez de medicamentos de afirmación de género y largos tiempos de espera para consultas médicas en clínicas que ofrecen estos servicios. Esto se intensificó en julio, tras la aprobación de la “gran y hermosa” reforma fiscal de Donald Trump, una ley que prohibió el uso de fondos federales para cubrir tratamientos de afirmación de género y recortó el presupuesto destinado a Medicaid, el programa público de cobertura médica, dejando por fuera a las personas con visas humanitarias, como Vásquez que es solicitante de asilo.
Con la reducción de fondos federales, las personas que quedaron descubiertas de Medicaid están recurriendo a clínicas sin fines de lucro. De la misma manera, puesto que los migrantes indocumentados no tienen acceso a servicios de salud preventiva en Medicaid, también acuden a estas mismas clínicas porque ofrecen opciones a bajo costo o gratuitas para personas sin ingresos.
Esta situación está saturando la capacidad de operación de las clínicas y extendiendo sus tiempos de espera. El impacto sobre las personas trans migrantes es significativo: alrededor de 174.000 de ellas viven en EE UU, muchas de las cuales llegaron al país escapando de la transfobia, la violencia o la falta de atención médica en sus países de origen. En América Latina, las condiciones para las personas trans son tan precarias que su expectativa de vida no supera los 35 años de edad, de acuerdo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Con información de: El País